Miedo. Paco Déniz

Si no miedo, algo parecido recorre el cuerpo de las personas que pudieran significarse en la crítica a la Monarquía, al artículo dos de la Constitución, o al Gobierno.

Si no miedo, algo parecido recorre el cuerpo de las personas que pudieran significarse en la crítica a la Monarquía, al artículo dos de la Constitución, o al Gobierno. Pero miedo solo si la crítica circula por la izquierda. Algunas de las recientes actuaciones judiciales advierten a la disidencia social de que sus opiniones pueden llevarlos a la cárcel. Por eso no están muy desencaminadas las reflexiones que apuntan a una estrategia deliberada de la extrema derecha para copar puestos relevantes en el aparato judicial al objeto de criminalizar a quien ose indicar a los Borbones el camino de los mejillones. No digamos ya si quieres que los presos políticos dejen de serlo. Se trata de desactivar a la oposición real que incomoda, y disciplinar a la sociedad para que no se aventure en valores republicanos, soberanistas, ni blasfeme contra Dios, ni se relacione con cantantes, brujas ni obras de arte peligrosas.

Sorprendentemente, es tras el asesinato a tiros de un chico en La Laguna cuando cae la mayoría en la cuenta de la más que posible inexistencia de separación de poderes, porque lo sucedido mete un cante que no veas, y, lógicamente, los laguneros recuerdan las trascripciones del caso Corredor, connivencias y tramas que afectan a poderosos actores en noches de lluvia, frío y neblina que obstaculiza ver y decir las cosas claramente. Y como la policía nos despista deteniendo a un pibe por decir en las redes que no le gusta la Monarquía, la gente prefiere cerrar las puertas de sus casas y correr las cortinas cual crónica de una muerte anunciada. Sobre todo, porque la gente no se siente segura ni amparada y prefiere callar como en Corleone. No nos olvidemos de que la seguridad es una de las explicaciones a la formación de agrupamientos humanos y ciudades.

Nunca debimos llegar a esta situación, porque la sociedad se nos va al carajo como en otros lugares del mundo, y el sistema judicial debería saber que sus decisiones construyen un país, también cuando absuelven a manadas de malditos violadores y fascistas. La razón por la que la Fiscalía nunca actúa contra el delito de odio cuando viene de la extrema derecha asusta y desampara. Y por qué se despliegan todos los cuerpos de seguridad para impedir una pitada o exhibir camisetas amarillas y no para expulsar del país a las hinchadas futbolísticas que destrozan ciudades enteras, me da que pensar. ¿Qué país desean algunos jueces y fiscales?

En fin, que tengo claro que las decisiones judiciales construyen una sociedad, y como estoy viendo venir la cosa, nos prohibirán comer gofio porque tiene color amarillo y por constituir un delito de secesión, igual que coleccionar los sachos oxidados de tu abuelo podría denotar un claro acto de enaltecimiento del separatismo.

 

Paco Déniz es militante de Sí se puede y diputado de Podemos en el Parlamento de Canarias.

 

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