“En las escuelas cambiaría hasta la decoración”, asegura Pablo Pineda, el malagueño que hace años se convirtió en un referente por ser el primer europeo con síndrome de Down en obtener un título universitario. Pineda se encuentra en Buenavista del Norte para participar en el festival Buenavista Diversa. Pasa unos días en el festival sobre inclusión y diversidad en el municipio de la Isla Baja, en Tenerife, y sigue de camino hacia Milán.
Su capacidad, su figura, su trabajo, intenso desde la infancia, para no aceptar su síndrome como una condición limitante, lo han convertido en un referente. Estudió Magisterio y está a punto de concluir sus estudios de Psicopedagogía, pero Pineda se define como “un cirujano de las ideas”, porque su recorrido en la vida ha consistido en abrir las mentes de quienes se acercan a él. “Es mucho más complicado convencer a las cabezas duras de los adultos más cuando son las de los directivos de las grandes empresas del Ibex 35”, dice al referirse a su papel como embajador de la Fundación Adecco, donde “llevo once años y no me quiero ir”, en su papel de ampliar horizontes de inclusión y diversidad.
Pineda llegó a Buenavista Diversa desde el miércoles 15 de junio y continúa hasta este último día de la parte del programa de este festival dedicada a la reflexión compartida, al debate, en esta sexta edición, sobre el abordaje de la inclusión y la diversidad en el ámbito educativo.
En las escuelas lo primero que haría –parece una tontería– es cambiar la decoración de las clases. ¿Qué es eso de que un profesor se suba a una tarima, como si fuera la autoridad? Pues no. Creo que ese es el primer impacto que reciben los niños”, dice. El experto propone un profesorado “distinto, que interactúe y las tarimas no sirven para nada, más que para separar al docente. Eso no debe existir en el siglo XX”, sentencia.
Propone también “cambiar los métodos, la forma de enseñar, para que se dé el espacio libre al error, porque es como se puede aprender. Siempre penalizamos el error, como si fuera malo, y no es verdad, porque del error se aprende”. Fomentar el espíritu crítico de escolares y estudiantes, y “que la escuela sea un espacio de convivencia, ¿tú sabes las horas se pasan en un colegio? Yo creo que habría que quitar todas las medidas que hay actualmente que impiden la convivencia” son algunas de las medidas que propone para crear una escuela inclusiva, en la que también ve necesario hacer la educación “más abierta, más crítica, más diversa, en la que se erradique el acoso, se eduque en la sexualidad, y no en el sexo en bruto, y se eduque en no quemar etapas”.
Pablo Pineda Ferrer es diplomado en Magisterio y se ha desarrollado como maestro, conferenciante, presentador, escritor y actor. También cursa estudios de Psicopedagogía.
Fue galardonado con la Concha de Plata al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2009 por su participación en la película Yo, también.
Para llegar hasta donde se encuentra hoy, “me han dado más caña que a una estera, por eso estoy aquí, por eso y por la confianza. “¿Y por qué no?” fue el lema de mis padres”, dijo esta mañana en el Centro Cultural de El Palmar, durante su presentación en el inicio de la mesa de trabajo Estrategias para abordar la diversidad en los centros educativos desde una perspectiva integral.
Hace 40 años, cuando sus padres se plantearon el reto de garantizar una vida plena a su hijo menor, “estábamos en una sociedad en la que había que luchar, que convencer. No había escuela inclusiva”, detalló. Sin embargo, entró en la Universidad, y a pesar de obtener el título de maestro, “se dio una paradoja, una contradicción social: no puedo ejercer de maestro y trabajar con niños, que es lo que más me motiva y es lo que estudié”.
Se incorporó a trabajar en el Ayuntamiento de Málaga. En la “cara A” de esta experiencia, trabajó como asesor, en la “cara B, acabé siendo el chico de las fotocopias”. De ahí que, tras la visibilización, el éxito y la fama que le dio su participación en la película Yo también, “empezaron a confiar en mí. Así llegué a este ventanal traslúcido que es la Fundación Adecco, Es como una secta benévola, enriquecedora” y por fin consiguió acercarse a los niños como profesor, aunque también ha tenido que trabajar con “las cabezas duras” de los grandes empresarios de este país, para convencerlos de la necesidad de trabajar con la inclusión y la diversidad: “fui inoculando estas ideas”.