Las entusiastas declaraciones del preclaro Sr. Alcalde de Adeje en una reciente rueda de prensa rodeado de los representantes del oligopolio nacional, en las que afirma rotundamente que la introducción por parte de la industria hotelera del gas licuado como fuente de energía alternativa al petróleo sitúa al municipio a la vanguardia energética, revelan la ignorancia científica y medioambiental de nuestros desgobernantes. Dice su excelentísima que el gas es para ellos “una gran satisfacción por lo que significa tanto desde el punto de vista ambiental, ya que el gas es un producto mucho menos contaminante que otros combustibles, como desde el aspecto económico, ya que sus precios son competitivos y eso repercute en que el sector turístico pueda ser más competitivo a su vez.”
Estas simplistas declaraciones carecen en absoluto de base científica alguna y obedecen, como viene siendo habitual entre nuestra clase dirigente, a los dictados de la voz de su amo (Endesa…).
Primera falacia: el gas natural es una fuente de energía limpia.
La consideración del gas como solución climática se basa en el hecho de que, durante la combustión, las emisiones de CO2 son sensiblemente menores que las de otros combustibles fósiles como el petróleo y especialmente el carbón, sin tener en cuenta la liberación de moléculas de metano que se da en todo el proceso de extracción, transporte y distribución. El gas natural es metano (CH4), que es un gas invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono, por lo que difícilmente podemos considerarlo como una energía limpia. Aunque el CO2 permanece en la atmósfera durante mucho menos tiempo (una molécula de CO2 perdura en la atmósfera durante un periodo unas 10 veces más largo que una de CH4), en su Primer Informe de Evaluación, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático estimó que, medido en un periodo de 100 años, el efecto invernadero del metano es 34 veces mayor que el del dióxido de carbono, y que si ese periodo se reduce a 20 años, ¡el efecto invernadero crece hasta 86 veces! Además las pérdidas admitidas oficialmente por el cartel de la energía y la Agencia de Protección Ambiental norteamericana (EPA, por sus siglas en inglés) sitúan estas cifras entre el 1,4% y el 3,2 %, cuando muchos estudios ya advierten de fugas reales de hasta un 17%.
Segunda falacia: el gas natural es una fuente de energía rentable y competitiva.
La supuesta competitividad del precio del gas natural obedece a la burbuja generada en torno al sistema de extracción de fractura hidráulica (fracking), técnica que utiliza ingentes cantidades de agua para fracturar la roca del subsuelo, inyectándole además productos químicos que acaban contaminando los acuíferos, sin olvidar las consecuencias geológicas que ya están acarreando en muchos lugares. Si los costos medioambientales repercutieran en el precio final del gas natural, contrariamente a la externalización de costos que impone el cartel energético con su contabilidad creativa, automáticamente dejaría de ser el gran negocio que está suponiendo. Evidentemente estos costos hipotecan una vez más nuestro futuro.
A todo ello se le suma la paradoja de que, mientras el alcalde de Adeje vende el sol como producto estrella del turismo del Sur de Tenerife, en sus veintisiete años al frente del Ayuntamiento de Adeje no haya animado a la industria hotelera del Sur, con la que mantiene tan buenas relaciones, a implantar un modelo de eficiencia energética en sus explotaciones. El ecologismo del alcalde nos condena además a aumentar nuestra dependencia energética al aumentar la importación de recursos energéticos, en un mundo cada vez más inestable.
Asamblea Comarcal de IU y Sí se puede en el Suroeste de Tenerife