Un número importante de mujeres jóvenes del mundo del periodismo, del arte, de la cultura, de la política, etc. ha decidido dar la batalla pública por la igualdad. Podríamos llegar a la conclusión de que el debate está polarizado, aunque también podría ser que lo segundo sea a consecuencia de lo primero, es decir, las mujeres nos estamos defendiendo de esta ola terriblemente conservadora que nos está atacando. Sin embargo, esta toma de partido de las mujeres, de las ciudadanas, convive con un escaso protagonismo del discurso feminista en lo oficial, es decir, el gobierno y los partidos en general –salvo honrosas excepciones– parece que no tienen entre sus prioridades el discurso feminista. Volvemos a lo mismo, una parte de la ciudadanía va por delante de la clase política.
Las noticias que aparecen a diario relacionadas con la violencia de género: mujeres asesinadas, aumento de las cifras de violencia entre los adolescentes, violaciones en fiestas o eventos masivos, agresiones de todo tipo, etc. nos estremecen. Aun así, da la sensación de que nos vamos acostumbrando a estos datos y no pasa nada. Los titulares de los últimos días acerca de la violación múltiple en Pamplona el pasado año son numerosos, pero van acompañados siempre de otros dónde nos cuentan cómo se cuestiona la versión de la víctima y ella pasa a ser la culpable (recomiendo la serie británica Liar en la que se aborda este delicado tema). La situación actual hace unos años era impensable. El consenso establecido en cuanto a unos mínimos se ha roto y ahora las fuerzas más conservadoras, retrógradas y machistas se han envalentonado y campan a sus anchas sin que exista una mayoría social y política que las contenga.
El pasado lunes día 13 un eurodiputado polaco decía en la Eurocámara que la culpa de la baja natalidad en Europa se debía “al empeño de todos de que la mujer trabaje fuera de casa”. No es la primera vez que este diputado dice una barbaridad de este tipo. Ya hace un tiempo afirmó que las mujeres deberíamos cobrar menos porque somos más débiles y menos inteligentes.
Pero no hace falta que nos vayamos tan lejos. Hasta en medios insulares asistimos con estupor a la lectura de afirmaciones gravísimas contra las mujeres, firmadas por profesionales a los que se les supone una formación y un conocimiento que debería alejarlos de esas expresiones.
La realidad es que estas situaciones se están normalizando y es ahí donde está el peligro. La respuesta a estos comportamientos debería ser muy dura y sin embargo vemos cómo se ha instalado una especie de permisividad o indiferencia que, bajo mi punto de vista, contribuye normalizar e incluir en nuestro día a día agresiones a las mujeres. Las mujeres que estamos en política o en movimientos sociales estamos desbordadas y encima, si protestamos somos acusadas de inquisidoras. Ahora desde los sectores conservadores enarbolan la bandera de la libertad de expresión para decir cualquier barbaridad que se les pase por la cabeza, según su discurso todo vale y nadie les puede decir qué deben o no deben hacer -supongo que les suena de algo este argumento neoliberal – y si alguien osa criticar algo es la inquisición. ¿Qué está pasando?
Hace poco veía la magnífica serie El cuento de la criada (The handmaid’s tale) basada en la novela homónima de la escritora canadiense Margaret Atwood en la que, en una sociedad distópica, una dictadura obliga a las mujeres fértiles a ser exclusivamente “maquinas reproductoras”. En un momento de la serie la protagonista se pregunta “cómo hemos dejado que esto suceda” y esa me parece que es la clave, no solo de la serie, sino de todo lo que está pasando, tanto con el problema de la igualdad como con la deriva que nuestra sociedad está tomando. Como dice una canción de Golpes Bajos de los años 80, malos tiempos para la lírica. ¿Qué está sucediendo? ¿Qué debemos y/o podemos hacer para revertir esta situación?
Desde luego, si los diferentes gobiernos y partidos no se ponen manos a la obra destinando recursos para la lucha contra la desigualdad y la violencia de género (en sus múltiples expresiones), priorizando las políticas feministas y asumiendo de una vez por todas su papel imprescindible en todo esto, lo tendremos muy difícil.
Sin embargo, siempre hay esperanzas y ese empoderamiento que se está dando en una parte de las mujeres jóvenes, esa frescura con la que trasladan su malestar y esa naturalidad con la que reivindican sus derechos serán parte de la solución y lo que contribuirá a revertir la situación actual de retroceso en la lucha por los derechos y libertades de las mujeres.
—
Candela Morales es militante de Sí se puede, integrante de la Comisión de Feminismos y LGTBI de esta organización.