Teóricamente el sacrificio del hijo de Dios era a cambio de la redención de toda la Humanidad. Los evangelizadores portaban la buena nueva de la salvación, entre profecías y bienaventuranzas.
¡Cuánto han cambiado las cosas! Hoy el fundamento doctrinal es el contrario. Los evangelistas neoliberales nos traen siempre malas nuevas; anuncios de atropellos, injusticias y continuos sinsabores, en su maletín de augurios incumplidos. Nos quieren domesticar en la supuesta necesidad de nuestro sacrificio; para que nos revolquemos en la indigencia gradual del esclavo. Se trata de conseguir la salvación pero no de las mayorías, mucho menos la de la Humanidad entera, en forma del glorioso enriquecimiento de unos pocos, esos poderosos a los que representan; como fieles mayordomos intelectuales disfrazados de expertos, de sabios. La salvación de los beneficiarios del dios mercado exige del sacrificio del resto.
Ahora toca hacer proselitismo, con esotérico lenguaje pseudo-científico, sobre las bondades de una reforma fiscal ideológicamente regresiva que reparte las cargas de los impuestos entre todos; como si todos percibiéramos ingresos similares o poseyéramos la misma riqueza. Recomiendan subir la fiscalidad indirecta, y rebajar los impuestos sobre la renta, el patrimonio y las sucesiones. El comité de expertos, presidido por el exconsejero de Mapfre, Manuel Lagares, apuesta por la injusticia social, con una propuesta contraria a la progresividad de la propia Constitución.
Y a esta tarea evangelizadora ya se han volcado los economicistas; un ejército apostólico de mercenarios intelectuales del pensamiento único, contratados por fundaciones, institutos y centros de pensamiento neoliberal, vinculados a las grandes empresas y a la Banca, que se multiplican como cucarachas, aparentando en falsos debates televisivos que mantienen posiciones contrapuestas, cuando solo discrepan en los matices del saqueo. Junto a ellos, casi siempre sin altavoz mediático, conviven los estudiosos más serios; aquellos que no venden su pensamiento ni su alma a los poderosos. Sus propuestas en beneficio de las mayorías se silencian entre tanta letanía apostólica, entre tanto evangelizador de pacotilla.