Guillermo Ascanio conoce de primera mano la realidad de una sociedad caciquil, dominada por unas élites terratenientes que, conjuntamente con el poder de las empresas extranjeras dedicadas a la exportación de plátanos fundamentalmente, ejercían un férreo control sobre el campesinado y un incipiente proletariado agrícola que vivía al servicio de las empresas plataneras. La sociedad en la que pasa sus primeros años está caracterizada por las profundas desigualdades, un estricto control social, una economía extremadamente dependiente y unas cifras brutales de analfabetismo, una realidad que puede asimilarse a un mundo semifeudal y semicolonial. Datos de la época demuestran que mientras que Madrid tenía un 30% de población que desconocía los rudimentos básicos de la escritura y la lectura, en Canarias esas cifras alcanzaban el 90%.
La posición social de su familia le permite estudiar, primero en La Gomera y más tarde en Santa Cruz, La Laguna, Las Palmas, Barcelona y Berlín. A comienzos de la década de los treinta Guillermo, en medio de una sociedad que vive en una profunda crisis política con la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, decide tomar un activismo político definido. A los 23 años funda las Juventudes Republicanas en La Gomera y junto a otros jóvenes gomeros comprometidos, como el poeta Pedro García Cabrera, crea Juventud Gomera, una organización que agrupa a jóvenes intelectuales que tendrán su principal órgano de expresión en el periódico “El Altavoz”.
Aunque Guillermo Ascanio colaboró en la creación de las primeras secciones de las Juventudes Socialistas en La Gomera e incluso se afilió a la CNT durante su estancia en Barcelona, ya en “El Altavoz”, en el año 1930, no dudaba en hablar públicamente de su admiración por el partido comunista y su acción política, que consideraba la más adecuada en ese momento, organización en la que empieza a militar oficialmente tras su fundación en Canarias en el año 1933.
A pesar de que su brillante carrera como estudiante lo mantuvo separado de Canarias no estuvo en absoluto alejado de la realidad isleña. Jacinto Barrios Capilla, autor de “Lucha, pasión y muerte del Comandante Ascanio” escuchó de los labios del propio Ascanio, durante la batalla de Madrid, numerosos relatos sobre La Gomera, la miel de palma o el gofio, recordando “el suave acento canario del Comandante Ascanio…”. En sus viajes a la isla de La Gomera Guillermo colaboró activamente en la constitución de incipientes células comunistas y en el refuerzo de la Federación Obrera. Su hermana Amelia, tuvo una activa labor como educadora de los trabajadores y trabajadoras de las plataneras y el mismo colaboró incluso donando los terrenos que servirían para establecer la sede, a mediados de los años treinta, de esta Federación, que años después serviría de espina dorsal de uno de los más relevantes casos de resistencia activa al golpe fascista en Canarias.
La acción inicial de los jóvenes gomeros trata de aglutinar a las distintas familias de la izquierda existentes en la Isla. En el medio de opinión de Juventud Gomera dicen claramente en octubre de 1930 que “La Gomera posee un minimun de problemas inmediatos planteados, que exigen cooperación, aunque sea accidental, de toda su juventud, en especial aquella bien orientada que milita en campos afines a nuestra ideología, de la que posee programas y tácticas de transformación radical”. Aunque en el número del 10 de noviembre de 1930 el propio Guillermo valora la necesidad de una revolución y destaca concretamente el papel positivo de los comunistas en esta labor. Además indica ideas que se desarrollan en textos posteriores, criticando que los republicanos por “…cambiar solamente el nombre de Monarquía por República y continuar la misma organización estatal”. Ascanio igualmente reclama que se legalice al partido comunista y que se produzca el “…reconocimiento del derecho de las regiones a proclamar su independencia…”, una posición que se puede encuadrar perfectamente en las posturas defendidas por las organizaciones marxistas sobre la cuestión nacional durante las décadas de los veinte y los treinta.
Guillermo Ascanio con su formación personal y política se convierte en un extraordinario analista de la realidad que le rodea. Colabora activamente en medios como el ya mencionado “El Altavoz”, “La Prensa”, el semanario “Espartaco” o en el órgano del Batallón Canarias en la defensa del Madrid republicano, el “Canarias Libre”. Sus ideas evolucionan desde un regeneracionismo juvenil, que se pretendía oponer al modelo de liberales conservadores, que había dominado la vida política en el estado español durante varias décadas, a posiciones abiertamente revolucionarias, influidas sin duda por sus contactos externos y las lecturas de textos de los grandes autores marxistas. Su crítica al caciquismo que sufre Canarias y a la situación de los trabajadores del campo se agudiza mientras se forma como Ingeniero pasando por la Universidad de La Laguna, Las Palmas, Barcelona y Berlín. En este último lugar tiene ocasión de conocer de primera mano la resistencia comunista ante el auge del nazismo y el peligro que este suponía para Europa.
En 1930 Guillermo Ascanio ya expresa su desencanto juvenil con la sociedad que le ha tocado vivir, nuevamente en “El Altavoz” explica que “…desde niños sabemos todos de promesas fantásticas en periodo pre-electoral. Y hoy día ya no nos conforman las promesas. No nos conformarían ni los hechos. Hoy, cuando algo nos aprieta demasiado, la solución no es conformarse, ni arreglarlo, ni siquiera cambiarlo por otra cosa igual. Es substituirlo por otra cosa distinta y más adecuada a su fin”. Es un comentario que podemos considerar que mantiene una absoluta vigencia y que refleja el eco de una sociedad que vive un momento de cambio. Canarias, con su economía agroexportadora enormemente dependiente sufre de lleno el impacto de la gran crisis de 1929. Sus consecuencias en las Islas tienen unos efectos claros, reducción del poder adquisitivo de las masas obreras y campesinas, altas cifras de paro y aumento de la conflictividad, que tiene uno de sus máximos exponentes en los Sucesos de Hermigua de 1933.
También en 1933 Guillermo realiza un magnífico análisis de la realidad isleña en varios números del semanario “Espartaco” bajo el título “La crisis económica y el proletariado canario”. En el mismo enfoca claramente tres grandes problemas de Canarias, el papel de las grandes empresas agroexportadoras, el de la gran burguesía y el escaso desarrollo del hecho nacional canario. En este sentido Ascanio es rotundo al afirmar que “la situación política de Canarias dentro del Estado español ha impedido e impide la formación de una conciencia regional propia en torno a nuestros problemas…”. El autor vincula de forma clara la situación política de Canarias con el papel de la clase obrera y la toma del poder, apostando por que “…su finalidad inmediata la constitución de un gobierno obrero y campesino canario”, un pensamiento que se verá truncado por el golpe de estado franquista del 18 de julio de 1936.
Al estallido de la rebelión militar golpista Guillermo Ascanio está pasando unos días de vacaciones cerca de Madrid. Ingresa, junto con su hermana Amelia, en las milicias populares, que se encargarán de la defensa de la capital española. Junto a trabajadores, estudiantes e intelectuales isleños pone en marcha en septiembre de 1936 el “Batallón Canarias”, al que se sumarán militantes de izquierda de diferentes barrios obreros de la capital y brigadistas internacionales. Entre sus miembros estaban los grancanarios Bernardo de la Torre Champasur, Álvaro Lisón, Zamora Doreste y Germán Pírez entre otros. El órgano de expresión del “Batallón Canarias” estará constituido por el “Canarias Libre”, desde el que se dan nociones políticas y se relatan algunas de las acciones militare
s en las que participan los milicianos.
Entre 1936 y 1939 Guillermo Ascanio ocupará un puesto destacado en la defensa de Madrid. Será nombrado comandante en jefe de la 8ª División del Ejercido Popular y Jefe de Estado Mayor de la misma División. Durante la existencia del “Batallón Canarias”, este lucharán de forma destacada en la toma del Alcazar de Toledo, en Seseña, Pinto, Talavera, en la defensa del famoso Puente de Los Franceses o en El Pardo. Por sus acciones de guerra Guillermo Ascanio recibe el 22 de agosto de 1938 la Medalla al Valor de la República por su papel en la defensa de la capital republicana. En las páginas de “Canarias Libre” deja plasmada su firme voluntad de resistir hasta el final cuando escribe “El enemigo está rompiendo sus dientes contra los muros que estamos levantando con nuestros pechos entorno a Madrid”.
Durante los últimos meses de guerra le sorprende el golpe de estado que dentro del bando republicano da el Coronel Segismundo Casado, quien, viendo la batalla perdida, trata de llegar a un acuerdo con las tropas de Franco. Casado, profundamente anticomunista y receloso del papel de la URSS en la guerra, logrará, con el apoyo del ala moderada del PSOE y un sector de los anarquistas desencantados con el PCE, dar un golpe de mano que generó la detención de decenas de militantes comunistas, entre ellos Guillermo Ascanio. La resistencia de estos es superada con cierta rapidez, aunque Dolores Ibarruri en su obra “El único camino” destacó el papel del comandante isleño que según La Pasionaria arengó a sus tropas diciendo “para hacer frente a una traición como la de Casado, no se necesitan órdenes de nadie…que cada comunista cumpla con su deber”. A pesar de esa resistencia Ascanio fue detenido por sus antiguos camaradas de lucha, pocos días después se confirmaba la caída de Madrid y la derrota de la república, los fascistas encuentran las cárceles republicanas llenas de algunos de los mejores combatientes comunistas que durante cuatro años les habían impedido su entrada triunfal en la capital española.
Guillermo Ascanio y su hermana Amelia Ascanio son sometidos a un Consejo de Guerra. Al primero lo condenan a muerte a la segunda, con un cargo de “auxilio a la rebelión”, la condenan a 20 años de cárcel. El comandante isleño pasa sus últimos meses instruyendo a sus compañeros de infortunio en idiomas y en formación política. Se le acusa de dirigir la resistencia desde la cárcel y el 3 de julio de 1941 es fusilado en la tapias del cementerio del Este de Madrid, a los 33 años de edad. Poco antes dejaba una declaración cargada de valor, en la que resumía su lucha: “soy comunista; he sido jefe de una división; me he opuesto a la entrada de ustedes (franquistas) en Madrid; he luchado contra los casadistas y hasta el último momento de mi vida haré todo lo que pueda contra el fascismo y por la revolución. Ahora, hagan lo que quieran”.