La huella imperialista y la romería del Socorro. Rubens Ascanio

Una significativa imagen del tío Sam colocando banderitas de las barras y estrellas por el mundo ilustraba esta publicación, siendo uno de los objetivos marcados nuestras Islas, que durante finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX se prepararon para una eventual ocupación norteamericana, interesada en ese momento en contar con bases estratégicas por todo el planeta y en este caso en África.

Tras la derrota del imperio decadente en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las tropas españolas se trasladaron a las Islas para reforzar las defensas costeras a lo largo y ancho del Archipiélago, generando sin quererlo un afecto curioso de esta amenaza imperialista que perdura hasta la actualidad.

En 1904 la costa del Socorro en Güímar estaba escasamente poblada, apenas la ermita del mismo nombre se levantaba en la zona donde tradicionalmente se trasladaban los habitantes de muchos núcleos cercanos en romería durante las fiestas de la virgen. Todo cambió con el conflicto bélico en el que Canarias se había convertido en un apetecible punto de paso en las rutas comerciales atlánticas, tras el reparto imperial del continente africano. En ese año militares españoles ocuparon la costa güimarera para hacer frente a un eventual ataque marítimo, probablemente mosqueados con las simpatías mostradas durante buena parte del XIX en la arribada de piratas y filibusteros norteamericanos a diversos municipios costeros isleños.

La ocupación del Socorro provocó la subida definitiva de la virgen del mismo nombre hasta la Iglesia de San Pedro, generando la tradición de la bajada de la virgen que se conoce hoy en día, un efecto directo de las maniobras imperialistas sobre unas de nuestras fiestas populares más antiguas. Un imperialismo que nunca ha abandonado su interés por estas tierras como lo demuestran las acciones de castellanos, portugueses, ingleses, holandeses y norteamericanos. Los restos de esta “guerra fría” por nuestra soberanía aparecen en forma de fortalezas costeras o los famosos nidos de ametralladora de la segunda guerra mundial. Ahora todo es más sofisticado, helicópteros de combate de última generación y drones de 2,5 millones de euros son la marca de un imperialismo del siglo XXI que seguimos sufriendo calladamente, convirtiéndose casi en una desgraciada seña de identidad, tanto como los pares o nones del Socorro.

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