Y eso está pasando ahora mismo y se lo llevamos contando hace rato, porque el crédito ciudadano hacia las instituciones está rozando el límite inferior por debajo de la línea. Y cada día que pasa refuerza la posición de quienes desean un drástico giro de timón. Lo último sobre la confusión del DNI del infantazo y los datos sobre Canarias como comarca con los peores índices en servicios sociales y la segunda posición en corrupción, alimentan el hastío y las ganas de venganza, como decía La polla Record. Y eso nos lleva directamente a una New Edad Media caracterizada por la ausencia de instituciones lo suficientemente legitimadas para mediar en los conflictos sociales, y por la presencia de monarcas, cleros, mercaderes y todo tipo de ranciedad social insostenible e intocable.
Ello me lleva a reclamar desde estas líneas unos guardaespaldas para el juez Castro. Pero unos guardaespaldas como en Los Intocables de Eliot Ness, con escopetas de cañones recortados, gabardinas largas y periódicos de camuflaje, porque el pobre no atina con los obstáculos que tiene que sufrir para demostrar una verdad archidemostrada. Castro está en el punto de mira de la propia justicia, de la fiscalía, del FBI, la prensa, de Hacienda, de los notarios que tienen apellidos raros montados unos encima de otros como en la época del Conde Duque de Olivares. Por eso camina a una velocidad de vértigo, como si esquivara a francotiradores apostados en el tejado. Sólo le falta caminar con la espalda pegada a la pared.
Para colmo ha entrado en escena el hierático y viejuno Miquel Roca, un hombre de principios, de principios reaccionarios y burgueses, que ha decidido perdonarle la vida a Hacienda y al Juez. ¡Chiquito pájaro!