También resuenan en mi cabeza los comentarios de los responsables de la benemérita, políticos y de la prensa pelotera diciendo que aparecieron en el mar no sé cuántos ahogados. Lo mismo que ahora, por lo visto, los asesinados en la marea son ahogados.
Es verdad que detrás de intervenciones de las Fuerzas de Seguridad hay responsabilidades políticas, pero también es verdad que en el fragor de los acontecimientos se toman decisiones sobre la marcha, y quienes dispararon contra las personas que intentaban llegar a la orilla pidiendo auxilio, también pudieron haberse negado si son tan machos como ellos mismos dicen que son. ¿Para qué quieren el honor y el valor que se les supone, para abusar de los que sufren? Por eso no se puede exculpar a quienes dispararon pelotazos de goma a los que se estaban ahogando. Es muy cruel y muy propio de personajillos sin escrúpulos no ayudar, pudiéndolo hacer, a quien está apurado en la marea. ¿Qué tiene esa gente en la cabeza?, porque corazón está claro que no. ¿Qué tienen? Serrín puro, y estereotipos malditos de lo que sacan una mínima energía intelectual para mantenerse despiertos hasta que se duermen anestesiados otra vez.
Esas personas que murieron tenían hijos e hijas, gente que confiaba en ellos para que les mandaran con qué comer, y fueron tiroteados vilmente cuando pedían auxilio. Recorrieron desiertos, países y penalidades para llegar a la orilla y ser tiroteados impunemente. Porque actúan con total impunidad, y no hay dimisiones, ni reconsideración de las políticas migratorias, ni de sus métodos. Sólo fascistones que empañan la labor de algunos picoletos buenos que, haberlos, los hay.
De todas formas, a estas alturas de la película, lo que verdaderamente duele es que todavía haya gente que otorga a la Guardia Civil un prestigio que sólo es fruto de la propaganda y del marketing más que de la realidad. Porque la realidad es la impunidad y el desprecio con que tratan a sus subordinados. Y subordinados somos todas aquellas personas que no pertenecemos al cuerpo.