Tal es la saturación y la alarma que han creado los medios de comunicación que, desde una ficcionada y desgastada perspectiva hipodérmica, no me extrañaría que el resplandor televisivo albergue virus ebolianos y nos lo inocule cuando, despistadamente, untamos el pan con mantequilla delante de él. Y son muy crueles, no solamente el Consejero de Sanidad de Madrid, o la gente que escupe al suelo para quitarse los malos augurios cuando está delante de una sanitaria población de riesgo, sino también los informadores-informativos. Éstos utilizan términos ofensivos y publican a todo color la foto del presunto implicado señalando a sus parientes cercanos. ¿Qué hubiera ocurrido en la Edad Media de haber habido televisión? ¿informar dónde estaban situadas las hogueras a disposición del ciudadano para mandar allí al sospechoso? ¿Convocar (como en La vida de Brian) al personal a una consulta sobre si los crucificamos o los lapidamos a distancia prudencial?
Desde otro punto de vista, bien pudieran estar bajo sospecha los que alarman e incendian la opinión pública hasta el paroxismo, ocultan información, recortan gastos en sanidad y no reconocen jamás que algo se hizo mal. Ni tampoco dimiten. De la misma manera que deberíamos sospechar de la ayuda americana consistente en mandar tres mil marines para frenar el ébola. Normal, con tanto videojuego a su disposición, deben considerar al virus como un bicho gigante agazapado en la jungla que se zampa a la gente como Saturno devorando a sus hijos, o peor, como aquella película de Donald Sutherland titulada La invasión de los ultracuerpos. Espero que les prohíban aterrizar en Gando.
Una persona que se ha jugado el tipo intentando salvar a otras y, por los lazos del enemigo (otro día definiremos enemigo), tiene fiebre en estas fechas otoñales, no puede ser sospechosa, en todo caso es una heroína con dolor de garganta y fiebre a la que hay que atender. Porque, si los que tienen fiebre o han mirado de refilón a algún enfermo son sospechosos, entonces, los que han arruinado a miles de personas con la estafa de Bankia y creado tremendo cabreo social, ¿qué son? ¿asesinos confesos?
Paco Déniz