El presidente del Cabildo de Tenerife publicó el pasado domingo 15 de octubre en un periódico tinerfeño un artículo de opinión titulado: Desde Tenerife, defendiendo el Estado autonómico y la Constitución. Con tal discurso, Carlos Alonso regresa, en efecto, a sus orígenes políticos: la pertenencia al Partido Popular, el de la etapa de la presidencia de Aznar, nada menos.
Por aquellos años lo ficharon como alto cargo de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias, en una de los periodos en que Coalición Canaria compartió poder con el PP. Carlos Alonso jamás ha estado fuera del gobierno en las instituciones, ni ha ejercido la oposición política: un dedo lo situó en su momento en el Gobierno autonómico y otro lo colocó más tarde en el del Cabildo.
Carlos Alonso jamás ha estado fuera del gobierno en las instituciones, ni ha ejercido la oposición política: un dedo lo situó en su momento en el Gobierno autonómico y otro lo colocó más tarde en el del Cabildo
Leo con preocupación en el citado artículo cómo contemporiza (pues, quien calla, otorga) con el abuso policial del pasado 1 de octubre. Y cómo se mimetiza con la versión oficial dictada por el Gobierno de Rajoy y jaleada por toda la caverna mediática.
Pero lo más terrible para mí es el final de uno de los párrafos: “El presidente Carles Puigdemont y su partido están secuestrados por quienes pretenden convertir a Cataluña en una república independiente manejada por la izquierda más radical. Esto es lo que hay, y ninguna otra cosa”. Repito la frase anterior: “Esto es lo que hay, y ninguna otra cosa”. Es la simplificación más burda de quien se espera templanza y rigor analíticos, pero que renuncia a cualquier análisis de la complejidad histórica de esta cuestión, alineándose con las posiciones reaccionarias.
Ni siquiera la larga distancia que separa a nuestra tierra de Cataluña, le aportan sensatez o moderación alguna. Cuidado: formas de razonar como esa son las mismas que condujeron a toda la derecha española y canaria, en 1936, a apoyar y justificar el golpe de Estado de los generales dirigidos por Franco, y todo lo que vino después. Resulta tan grave como lamentable.
Uno se pregunta: ¿será que las encuestas, tras tanto monolitismo opinativo, marcan un reforzamiento electoral del PP y hay quien se dispone a pescar en río revuelto? (olvidando que casi siempre se elige el original frente a la copia). O tal vez es más simple, y como dicen por allá arriba, ” roda el món i torna al Born”.