Un revolucionario canario llamado Diego Barry. Rubens Ascanio
Hijo del irlandés Diego Barry O´Brien y de la tinerfeña Juana Teresa Cambreleng. Diego Barry es otro de esos canarios desconocidos, uno de tantos, gentes que brillaron con luz propia en momentos oscuros, que forman parte de ese olvido colectivo al que parecemos condenados.
Este portuense acompañó al mexicano Simón Tadeo Ortiz y a Felipe O’Reilly en el intento de lograr la independencia de Texas frente a España, para incorporarla a México. Juntos propusieron ante el Congreso Mexicano, el 22 de mayo de 1822, la ocupación de ese inmenso territorio con 10.000 familias irlandesas y canarias para poblar el nuevo país con unos nuevos ideales basados. El programa de Tadeo, O´Reilly y Barry pretendía la colonización con estos campesinos en la que se incluía reparto de tierras, implantación de escuelas rurales para “acelerar la redención social del país”, industrializar el país, además de “enaltecer a la condición humana y tener siempre el interés común como preferente, aun por encima del individual”, declarando igualmente la enseñanza “libre y gratuita”.
Este proyecto soñado simplemente quedó en eso y la aventura tejana no acabó bien por las presiones de EE.UU. Tras esa experiencia Diego Barry regresa casa, visitando también París y Londres. En octubre de 1824 España empieza a investigar sus posibles vínculos con un intento de liberación de Canarias y las autoridades lo catalogan como un “revolucionario peligroso”, acusándolo incluso de promover el motín popular ocurrido la noche del 30 de mayo de 1824 en La Orotava.
Las pesquisas contra Diego Barry fueron intensas, a instancias del Secretario de Estado, Francisco Cea Bermúdez. Este contó con la ayuda de los embajadores españoles en Londres y París, el Ministerio del Interior de Francia, así como las oligarquías insulares, de la mano de la Audiencia de Canarias.
A Barry se le vinculaba con intentos de que Canarias obtuviera la independencia al estilo de otros países de América Latina y se pensaba que para esta labor podría contar con apoyo británico, por sus enormes intereses económicos en las Islas. El miedo era tan intenso que el 13 de febrero de 1826 el gobierno español ordena arrestar y formar causa contra Diego Barry.