Llamamiento urgente. José Manuel Hernández
Llamamiento urgente
Necesitamos manos que tejan sueños imposibles, porque de los posibles, como dice el cantor, se habla demasiado. Necesitamos abrazos que nos unan en el combate y besos que nos acurruquen bajo las sábanas. Necesitamos periodistas que nos cuenten la verdad, que espanten el miedo y se metan en el corazón del pueblo. También educadores que formen libres a nuestros chinijos. Y, por supuesto, mariposas de colores y escarabajos parlanchines. Como ese que acompaña, incordia e instruye al Subcomandante. Por supuesto, invocamos a nuestros muertos porque a ellos también los necesitamos.
Necesitamos sonrisas que borden pancartas libertarias. Y madres en las vanguardias y dragos espadachines. Buscamos puños que trabajan. También a los que se alzan y se abren en el aire para agarrar alguna esperanza que pase. Necesitamos gente para sanar las heridas de nuestra historia. Necesitamos justicia. Necesitamos poetas que le pongan pasión y dulzura a nuestras palabras. Y cómicos para instruirnos en el cultivo de la alegría. Necesitamos prestidigitadores, anacoretas, asamblearias, pintores, fabricantes de escudos, fotógrafas, danzantes y jóvenes que luchan.
Necesitamos cantores y lágrimas y pasión. Necesitamos esclavos dispuestos a dejar ese feo vicio. Necesitamos el espejo de nuestros viejos, el que le da la mano a nuestra memoria. Necesitamos cárceles vacías y barricadas contra la hipocresía. Necesitamos pies descalzos para sentirnos tierra. Necesitamos a los que la aman y la plantan y la miman. Necesitamos a todos los castañeros disponibles. A todas las plazas. Abstenerse dogmas y miedos. Necesitamos cascos militares para plantar margaritas y balas para nuestros fuegos artificiales. Necesitamos la voz convencida, la voz abierta, la voz alta, la voz digna. Necesitamos compromisos y lealtades.
Necesitamos militantes. Sin apellidos. Solo su nombre. Necesitamos banderas, al gusto. Necesitamos susurros de palabras nuevas. También sedantes. Montones de kilos para cargar nuestros fusiles. Necesitamos espacio. Todo el que sea de todos. Necesitamos televisores apagados y, mejor, desconchados. Necesitamos trovadores que vayan de pueblo en pueblo. También montones. Y saltimbanquis, para que se unan a los trovadores. Necesitamos gente combatiente. Cuánta más, mejor. Y cerrando esta lista de necesidades urgentes, necesitamos un buen paquetón de folios.
Eso es lo que necesitamos para empezar a escribir nuestra historia. Por ahora.
P.D.: Para pedir perdón a Don Durito, por sí en algo le ofendí. Y aprovecho para ofrecerme como el más seguro acompañante que jamás haya tenido tan digno caballero andante.