Derecho a decidir. Yaiza Afonso Higuera

Este año, nos hemos visto en el precipicio que simboliza el quedarnos incapacitadas por el Estado, al proponer una reforma de la Ley del aborto que nos coarta. Si aprobaran esta ley, no podremos plantear una situación de un embarazo no deseado con naturalidad. Tendremos que escondernos para que no nos denuncien, tendremos que callar para no ser delincuentes.

Pero a veces las geografías son otras. En ocasiones, no se trata de un cuerpo sino de un territorio, de un espacio físico compuesto por miles de caras, una región donde por ejemplo, la frontera natural se llama Océano Atlántico. Decidir como territorio es un ejercicio de madurez y una prueba fehaciente de que la democracia existe. En un Estado en el que se exaltan las elecciones como el culmen de la democracia, olvidan su significado real. Siendo el juego de los que saltan con esta definición simplona el siguiente: –Ciudadanos, ciudadanas, ahora yo mando porque ustedes me eligieron, y si no les gusta, no haberme votado, yo siempre miro por el bien común, por el interés general, porque yo les represento. Pero a ver señores ¿Quien coño les enseñó el término democracia? Yo todavía recuerdo los principios básicos que aprendí con Don Matías en COU, y si no les importa, hago un repaso en alto. Para Platón la democracia era “el gobierno de la multitud” y para Aristóteles “el gobierno de los más”. Siendo esa multitud mucho mayor que los representantes del Congreso ¿no? Podríamos denominar multitud a aquellas personas que se manifestaron en las calles de todas las islas del archipiélago en contra de las prospecciones de petróleo, podríamos denominar “más” a todas aquellas que están en contra del anteproyecto de la ley del aborto, a las que se oponen a seguir dándole de comer a los monarcas españoles… Lo que da vergüenza es que el derecho a la manifestación quede simplemente como un desahogo multitudinario, y que el poder político ejerza el abuso institucional hacia las personas y hacia la sociedad, hacia el ser humano individual y colectivo. Ahora, con la nueva proclamación del rey nos encontramos de nuevo sin habla y con pocas novedades. Quizás el cambio esté en la estética de los nuevos reyes contemporáneos, que aunque sigan en palacios, en lugar de coronas de oro portan relojes de diseño. Nos tenemos que tragar la “coronación” con papas, porque lo dice una constitución que ni siquiera voté, una constitución intocable para lo que les interesa, porque… ¡Viva España, cojones!

Ante esto, abogo por el derecho a decidir, por la autodeterminación de mi cuerpo y mis ideas. Reclamo también que elijamos conjuntamente la forma de Estado, si queremos o no monarquía, decidir sobre la calidad de nuestro océano, sobre las energías renovables… Y que se nos escuche también cuando deseemos proteger al árbol centenario de la esquina o al cachalote viajero. Y quien tenga miedo a esto, tendrá miedo a la democracia, y quien tenga miedo a esto, no me representa.

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