Poco antes de que poco más de 35 millones de españoles fuese convocado a participar en «la fiesta de la democracia» un inesperado movimiento ciudadano sacudió una sociedad en crisis y puso en cuestión hasta el mismo nombre de nuestra forma de gobierno.
El cortadito natural de la mañana me lo sirvieron junto con el periódico. La portada era estremecedora: Decapitada una mujer en el sur, pero decapitada sobre la marcha, sin anestesia ni nada, en una tienda. ¡Cámbate! exclamé, a lo que alguien se viró y dijo: ¡hay que echar a todos los moros y negros!
Es la ilusión la esperanza de encontrar naranjas en la mar, lapas en la tierra, frutos en los tejados. Es la ilusión el poder alcanzar cosas que parecen espejismos. Vemos complejo el caminar rumbo a este tipo de esperanzas, el contagiarnos del optimismo de estas ilusiones. En una sociedad política tan congestionada por la corrupción, por los intereses partidistas, por el maltrato al territorio, por los despropósitos a cambio de dinero…, en una sociedad en la que la política se ha convertido en una profesión para enriquecerse; ilusionarse con algo es extraño.
Comenzamos la semana con otro hombre sin techo muerto en las calles de Santa Cruz. Según la Plataforma por la Dignidad de las Personas Sin Hogar, en el último mes y medio ya han fallecido seis personas del mismo perfil en nuestra isla (cinco en esta capital).
Las personas que pensamos que la política es una dedicación voluntaria en beneficio de la comunidad, y nada más que eso, estamos cansadas. Llevamos bastantes años cansadas de ver cómo la actividad pública en Canarias es en muchas ocasiones un instrumento para beneficio de unos pocos que han establecido redes y marañas de clientelismo, entrega a los grandes poderes económicos y corrupción.
Hay muchos argumentos a favor de quienes sostienen que esto no es democracia ni es nada. Y muchos argumentos a favor de quienes pretenden deslegitimar las instituciones por la vía abstencionista o del voto nulo.
Acabo de escuchar por diferido el debate electoral celebrado el pasado lunes 9 de mayo de 2011 por la tarde entre los y las siete cabezas de lista de los partidos que se presentan al ayuntamiento de Candelaria, organizado por Radio 6 Tenerife en una iniciativa que algún candidato calificó de histórica, porque estuvo abierta a todas, absolutamente todas, las candidaturas que se presentaban, no sólo las que ya tenían concejales en el ayuntamiento como era usual.
Tras los famosos pactos de la transición, las primeras elecciones generales, las locales del setenta y nueve, y el nacimiento de la comunidad autónoma en 1983, un puñado de gente se subió el carro y ya no se bajaron nunca más. Todos ellos son profesionales de la política, de la que cobran jugosos salarios y disfrutan de prebendas de todo tipo. Muchos llevan más de 20 años y otros 30.
Estos días ha circulado de forma anónima por la red, enviado en primer lugar a los centros educativos de la isla de Tenerife, un correo que, bajo el título de "Manolo Marrero y el STEC son unos corruptos" adjunta el contrato de un convenio firmado por mí el 14 de noviembre de 1990 en representación de la Confederación de Sindicatos de Trabajadores de la Enseñanza (de la que forma parte el STEC-IC y a cuyo Secretariado Confederal yo pertenecía) y la Consejería de Turismo del Gobierno Canario (siendo Consejero D. Miguel Zerolo).
En una reciente celebración del 40 aniversario de mi instituto de EM en mi añorado barrio de Schamann, tuve la ocasión de reencontrarme con numerosos colegas de una parte importantísima de mi vida. Nos echamos unos piscos y alegamos; en fin, hicimos un recuento de nuestras vidas.