Avenida Africuya. Javi Felipe*
El pueblo al que le cantó y al que tanto quiso ahora lo recuerda con el cariño que merece, casi un año y medio después de que nos dejara para entonar desde el cielo sus melodías de alegría y paz. La nueva avenida Andrés Vidal Africuya discurre desde El barrio nuevo, caserío donde vivió su infancia, hasta la carretera de San Andrés, muy cerca de la playa del Frontón donde alguna vez rompieron las olas, cuando se formaba como músico de reggae. Fue en esta playa donde siendo un adolescente de apenas 15 años, junto a un grupo de amigos del barrio, solía reunirse en las noches de verano para celebrar tocatas nocturnas a las que llamaban Frontón Reggae Party. Con su teclado portátil, a pilas, y con algunos instrumentos de percusión, pasaba la noche entera versionando temas clásicos de Bob Marley, su principal referente musical.
Pero gracias a su talento, Vidal, como le gustaba llamarlo a su madre, poco a poco fue creando sus propias letras y composiciones. Unas letras con un marcado carácter reivindicativo que surgen cuando esa playa del Frontón, la playa de los recuerdos de su infancia, es arrasada por el hormigón para construir la terminal de contenedores del Bufadero. Su éxito más sonado Rompen las olas en Antequera, es un claro alegato a la destrucción del litoral canario y a la rabia contenida por ver cómo las playas de su barrio iban desapareciendo de la vista, aunque no de los recuerdos. Alguien del barrio le preguntó una vez por qué no citaba a la playa del Frontón en su éxito más sonado, y Africuya respondió: “Es que el frontón está en todas mis canciones”. Y así era.
Africuya tuvo la virtud de saber crear un estilo propio dentro de la enorme gama que la música reggae atesora, un estilo que caló hondo en la sociedad tinerfeña, en particular, y canaria, en general. Y esta gran aceptación fue producto de sus letras comprometidas con los derechos humanos y el medio ambiente, además de servir como alegato contra todas las injusticias que él mismo palpaba en el día a día de su vida cotidiana. Eran, en suma, protestas sociales de carácter local pero que trascendían hasta lo global. Su personalidad afable y cariñosa le hizo ganarse la simpatía y el respeto de los vecinos de su barrio, y de todos los que tuvimos la suerte de conocerlo y de sentirlo. Porque Parish, como lo llamábamos sus amigos de siempre, fue capaz de dotar a las letras de sus canciones de esa enorme humanidad que él atesoraba. Su música era el reflejo de su personalidad afable y bondadosa, y a ritmo de reggae funcionaba como un puente que servía para unir a la gente y a los pueblos del mundo. Quizá por ello, la noche del 21 de marzo, poco después de que sus padres desvelasen la placa de la nueva avenida, el creciente de la luna pareció acelerar su ciclo, como si quisiera iluminar aun más su nombre y el recuerdo de su limpia sonrisa que siempre estuvo y estará con nosotros.
*escritor y periodista