Máquina total. Paco Déniz
Porque lo de él son las razones de Estado, esas que no pueden salir a la luz ni someterse al control democrático. La democracia está bien, pero el poder es otra cosa, un asunto exclusivo de unos pocos elegidos, de la élite del poder que se llama. Por eso considero que el marxismo francés de los setenta debió incorporar a su análisis sobre los Aparatos de Estado uno específico sobre las máquinas del Estado, esos personajes que juegan en el centro del campo destrozando el juego contrario. Y Felipe lo demuestra cada vez que se quita el chándal y calienta en la banda. Ahora ha salido a defender la honorabilidad supuesta de los sufridos sigfridos del PP con un argumento tan manido, populista y lacrimoso como el “susto” de los niños supuestos hipotéticamente acosados por la plataforma antidesahucios.
Para Felipe está claro que hay dos clases de niños, los de las clases pudientes y los otros, porque no ha deparado en el desbarajuste emocional de miles de criaturas que ven cómo su mundo y sus progenitores se hunden en la exclusión cuando tocan en su puerta la policía, y los agentes judiciales y bancarios acompañados del cerrajero. Pero es lógico que Felipe piense así, él hubiera hecho lo mismo que hace Rajoy, otro hombre de Estado. Esperando estoy que critique a Griñán en Andalucía.
Su razón, ni ustedes ni yo podremos saberla jamás, pues es de Estado, y esas son cosas inalcanzables para nuestras entendederas. Solo las élites pueden valorar esos asuntos. Por eso, desde aquella Anatomía de un instante en que se retratan sus trapicheos con Willy Brant y los golpistas del 23F, pasando por el Gal, su condena de la autodeterminación, y su apoyo decidido a la monarquía, viene demostrando cuál es su misión en la vida. Porque él tiene una misión: defender hasta las cloacas del Estado. ¡El orden camaradas, el orden, joder, que no se enteran!
En fin, por consiguiente, que Felipe es la razón por la cual decenas de miles de socialistas nunca estarán en el PSOE.