Por un puñado de lapas. Paco Déniz

La presión demográfica y muchos restaurantes desaprensivos cayeron sobre la lapa y el mejillón colocándolos al borde de su extinción. Pero la prohibición no ha sido suficiente, y la lapa majorera o Patella Candei corre serios riesgos, por eso antes del verano Medio Ambiente aprobó un nuevo ciclo de sanciones y prohibiciones de acceso que no han sentado muy bien a algunas personas. Es una pena que todo esto haya tenido que pasar, pero creo que  para que nuestras hijas, un día, puedan comerse un puñado de lapas, hoy tenemos que partirnos la cara para defenderlas de su extinción.
Sin embargo, en esos meses en los que está permitido coger una embozadita de lapas, retomo mi antiguo oficio de mariscador ocasional  con mi gente majorera, me mojo el culo acechando la serie de olas chungas y nos hacemos un asaderito. Uno de mis mayores orgullos de padre fue observar la cara de mi hija cuando sólo tenía cuatro añitos y le di una lapa asada. La miró con extrañeza y luego se la comió. La tuve todo el día pegada a mí como una lapa de fondo pidiéndome más. Se hartó y descubrí que no era alérgica, sino todo lo contrario.
Por lo demás creo que no hay suficiente educación sobre estas cuestiones, ni vigilancia tampoco, por eso se ha llegado a prohibir hasta el acceso a algunas zonas. Es complicado, pero creo que el sacrificio vale la pena. Lo que pasa es que no todo el mundo está dispuesto a sacrificarse, y menos por un puñado de votos. Y ahora algunos grupos de poder dudan de algunas prohibiciones que ellos mismos aprobaron. En fin que a la sunga mandunga golpe a la lapa, a la que le echo el ojo no se me escapa. Por cierto, apunten la receta del siguiente mojo ideal para este molusco: ajo, comino, sal, aceite y limón al gusto. Salud.

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