Relatos. Paco Déniz
A colación de recientes y relevantes acontecimientos (disolución de ETA, Cataluña, desacreditación de la justicia, manadas, másteres, etc.) he oído a relevantes personas de la política y del periodismo clamando ¡Cuidado con el relato!
Es decir, con cómo la oposición relata los acontecimientos. Por lo visto, a estas personalidades no les ha bastado su papel preponderante en el mundo mediático para convencer a los ciudadanos de su relato. ¿Qué temen? Temen, básicamente, que la gente, a pesar del vapuleo informativo unidireccional, pueda sacar sus propias conclusiones oídas las partes. Temen la debilidad de sus argumentos y sus mentiras, porque si no, no se explica que, estando todo el día moliéndonos la batata con su discurso único y monotema, tengan que advertirnos encima de que tengamos cuidado con la interpretación que otros hacen de los acontecimientos. Temen que en algún lugar del sentido común quede un resquicio de luz de generación producida donde el relato opositor se vuelva inexpugnable, en algún lugar donde se mueven ideas que no comulgan con el pensamiento conservador y dominante. Temen a las ideas y a su libre debate. En el fondo temen a la democracia, de hecho, ya ni siquiera respetan las urnas. Por eso se amparan en mentiras repetidas hasta la saciedad y el linchamiento para forzar la construcción de una conciencia, es decir, posverdades.
No hace falta un máster para saber que la realidad no es sino la interpretación de la misma, sobre todo en política. Que no es exactamente lo que queda para la historia, sino con qué parámetros o marcos juzgamos los acontecimientos sociales. Eso es lo realmente importante y determinante en la conducta ciudadana. El PSOE prestó especial interés por construir una visión idílica de la Transición. Ahora, en la panda del 155, andan preocupados porque la reivindicación de la república catalana pueda interpretarse como una consecuencia de las urnas, del manual de la democracia básica. Y tampoco les ha gustado que ETA se disolviera, pues se quedan sin argumentos para rebatir un procés pacífico en Euskadi. Pero el relato no es solo cantidad de literatura, también es calidad. Y viendo que no les basta el ritmo extenuante de mentiras y barbaridades a que Ana Rosa Quintana y su Fuerza Nueva Reconstituida, con la incorporación estelar de Marta Sánchez y su banderita en la muñeca, somete a los televidentes, pues, lógicamente, están preocupados. Y se preguntan, ¿cómo es posible que con todo lo que decimos, y lo que nos gastamos en convencer a la población, aún queden sedimentos de inteligencia autónoma en parcelas de población? Esta chica, tan metida en su cruzada, incluso ha manifestado su preocupación por el avance de la extrema derecha en Europa, no ha caído en la cuenta de que ella es la gurú máxima de esa tendencia en su piel de toro. ¡Será por relatos!