Religión sanjuanera. Paco Déniz

Y ningún hippie ni ningún chachi espera para recoger la basura. Su basura. Allí la dejaron para el que venga detrás. Al día siguiente y durante meses, si ya teníamos que esquivar la mierda de perro, ahora hemos de andar con cuidado para que los niños no se corten o se claven una tacha rumbrienta. Y hay mucha basura porque lo de San Juan es un mogollón en toda regla. Como ya no quedan solares porque los (des)constructores se los mamaron todos, ya no hay hogueras en los barrios, ni pandillas, ni asan papas en las brasas, ni tampoco piñas con un balde de agua salada al lado, ahora la gente acude a los mogollones playeros veladamente convocados por algunos ayuntamientos para dinamizar el comercio de la zona. Todo el mundo sabe que eso es lo único que le importa a los alcaldes: llenarles las nasas a los comerciantes del casco. Por lo visto, solo votan ellos. Allí, en esos macroincendios, algunos han importado una serie de boberías y rituales para ahuyentar las malas vibraciones sin darse cuenta de que imitan machangadas de otros lugares o directamente de la televisión. Que si se disfrazan de la piba de Kunta Kinte, que si tiran frutas de espaldas a la hoguera, que si te sobrepasan nueve olas, etc. Tal parece que estemos en los albores de una nueva religión, aunque espero que no, con la católica que padecemos ya tenemos bastante.

Por lo demás, si de hacer una fiesta original se trata, bañemos nuestras cabras. Es lo más original, autóctono y creativo que he visto de la celebración del solsticio de verano. Y ya se sabe, lo único que uno puede aportar a la cultura es su originalidad, y nosotros la tenemos. ¿Para qué andamos copia que te copia todas las boberías que hacen otros? Coja una cabra o pídala prestada y báñela en la marea, y de paso se hinca una papa. Y si no tiene cabra coja un macho, pero no hagan más el ridículo por favor, que es muy triste leer el periódico al día siguiente.

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