Supervivientes. Yaiza Afonso Higuera

“No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Virginia Woolf

Virginia Woolf se rebeló contra los cerrojos físicos hacia las mujeres, invocando a la libertad de pensamiento. Por mucho que nos coarten la vida, nuestras ideas serán libres.

Y así comienza todo.

Con el pensamiento que cuestiona lo que parece incuestionable, con mujeres que verbalizaron sus derechos cuando no existían, cuando solo podíamos aspirar a ser objetos animados. La valiente Olympe de Gouges ideó una realidad alternativa, en ella, las mujeres eran parte de la ciudadanía. El hecho de verbalizarlo fue razón suficiente para que le cortaran la cabeza, estaba claro que las revoluciones estaban escritas para los hombres. Pero siempre han existido mujeres como ella que dieron sentido a nuestra existencia, mujeres que permitieron que hoy se plantee una huelga feminista en este lugar llamado mundo.

Simone de Beauvoir nos descubrió que no nacíamos así, que las mujeres podíamos ser otras; aventureras, científicas, escritoras…, nos abrió la posibilidad de dejar de estar rotas para construir habitaciones propias. Podíamos estudiar, dejar de ser solo madres, esposas o monjas, amar a otras mujeres si lo deseábamos, cortarnos el pelo chiquito y desnudarnos frente al espejo.

El siglo XX fue el de las reivindicaciones feministas, el del voto y los derechos en papel real. Al fin, era posible que las mujeres alzáramos la voz, que compartiéramos nuestra opinión de forma pública, que poseyéramos la tierra, que fuéramos jefas, presidentas o asalariadas. Pero después de tantas imposibilidades y a pesar de la igualdad legal de la que disfrutamos, de las leyes, tratados, manifiestos, planes y ordenanzas, era inevitable que continuáramos con los efectos de la discriminación sufrida a lo largo de la historia.

La imagen ha cambiado pero en el fondo siguen resonando rumores de discriminación; desempleo y brecha salarial, derechos sexuales y reproductivos en eterna duda, la violencia machista como epidemia perpetua, dificultades no sólo para acceder al poder político sino para que nos respeten en las instituciones, la división sexual del trabajo que sigue recluyendo a las madres a un espacio invisible, la carencia de coeducación práctica en el sistema educativo, las grandes dificultades de conciliar el espacio laboral, personal y familiar, además de cómo se desvaloriza el trabajo de las mujeres en el ámbito doméstico. El sexismo afecta la vida de las mujeres y de los colectivos LGTBI, siendo las mujeres diversas, las que sorprenden por ser diferentes, las que se encuentran con más dificultades.

El jueves nos uniremos millones de mujeres en el mundo a la huelga, porque al fin y al cabo somos supervivientes que aspiramos a vivir en igualdad. Por eso, debemos negarnos a que los sindicatos mayoritarios, donde reinan hombres, nos dicten las horas que debemos parar. Tenemos que ser nosotras las que pongamos las normas, las que suspendamos nuestra actividad en todos los espacios, porque sabemos que sin nosotras se para el mundo.

Somos supervivientes en huelga. Niñas reconvertidas en mayores, ancianas, sanas y enfermas que caminamos de una casa a la otra, cuidadoras eternas con necesidad de cuidados. Somos diversas y empobrecidas, educadoras, empleadas, desempleadas, creadoras ignoradas, violentadas, reconstruidas, soñadoras, infrarrepresentadas y mal pagadas.

Mujeres supervivientes que este año 2018 reivindicamos lo necesario de parar. Lo necesario de una huelga como mecanismo de visibilizar lo invisible.

Yaiza Afonso es militante de Sí se puede y concejala de su grupo político en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Puedes seguirla en Twitter: @yaizaafonsossp

Este artículo se publicó originalmente en el seminario crítico canario Tamaimos.

 

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