Viaje al sur. Domingo Garí.
En el imaginario colectivo el viaje al sur suele ser sinónimo de divertimiento, sol, lugares exóticos, fiestas, sexo, bellas playas y tiempo de relax. Ya lo decía Raffaella Carrà cuando el sur era sobre todo el sur de Europa, pero después llegó el turismo expansivo a los sures del mundo, a las islas perdidas, al caribe y al pacífico, y los sures de Europa se quedaron para el turismo menos pudiente, aunque en su interior se habilitaran espacios para las élites, como ocurre con ciertas islas del mediterráneo.
El sur concentra la principal actividad económica y poco a poco va concentrando cantidades mayores de población residente, nativa y no nativa. Su densidad creciente lo ha convertido en una gran área urbana, de extensión parecida al área urbana de la zona capital, pero a diferencia de ésta, con sus características construcciones clonadas de todas las zonas del mundo en donde el turismo se convierte en actividad masiva. Conociendo una ciudad turística ya se conocen todas, porque todas son ciudades construidas con patrones parecidos.
La porquería flota en las playas del sur. No solamente las algas menudas que este verano han sido noticia.
Además de las microalgas, la porquería abunda. Papel de aluminio, bolsas y envases de plástico, latas de distintas bebidas, colillas de cigarros, aguas fecales que desembocan en medio de las playas masificadas, aceites y porquerías varias que escupen las lanchas fuera borda y las motos acuáticas, hacen que los mares de nuestros sures no sean azules ni turquesas, sino marrones y turbios, en los que por precaución mejor no te metas, no porque haya peligro de tiburones blancos, sino porque algún rolete puede andar cerca rondándote.