Los mares petrificados. Yaiza Afonso Higuera
Este mar estaba muy vivo cuando nació el poeta, estaba inquieto cuando lloró el niño en la cuna que se calmó con el arrorró de mamá. Todo se movía con el viento, las olas son esculturas efímeras al recibir el alisio, ondulaciones que comprenden la vida que hay bajo la inmensidad del agua salada. Este Atlántico que siempre se mueve, se quedó petrificado aquel mes de febrero de 1937, cuando la marea se sintió cómplice del asesinato del poeta surrealista Domingo López Torres.