De fútbol, matones y gomina. Paco Déniz.

Desde que el hielo comenzó a romperse supe que era un augurio: el mejor Madrid de la historia desde la época ye-ye era incapaz de ganarle al peor Barça de los últimos 5 años. Pero la prensa no dice eso, la prensa es centralista y el Madrid sigue siendo el poder, y la mayoría de los periodistas deportivos son unos esbirros de la metrópoli. El Barcelona no se inmuta ni cuando el infeliz Cristiano le mete un gol al paquetillo de Pinto, porque todo hay que decirlo, los culés jugaron con la puerta vacía, y ni así logra vencerlos el equipo merengue. Están recondenados porque ni en las adversidades los del Barça dejan de menear la papa y provocarles carreras inútiles y rabietas a los blancos. Cuando el matón mayor de la chulería millonaria, el mismo que ejecutó en el suelo y de espaldas a Casquero del Getafe, clavó sus tacos de acero en la marsupial extremidad de Messi, unos fanáticos sin el graduado moral apostados en la barra, berrearon: ¡ahí, coño, escáchale la cabeza al enano mierda ese! Actitud obvia, pues sólo el fanatismo impotente alberga dudas de la evidencia. Y las evidentes diferencias son contundentes, y lo son hasta en el talante de blancos y blaugranas, en su educación y grado de malcriadez, en el nivel de estudios ordinario, en el fomento del macarrismo mourinhista. Tal que parece que a los jugadores del Barcelona los reclutasen a la salida de la Universidad o a las puertas del bachillerato nocturno y a los del Real Madrid en las puertas de las discotecas. Sí, en esos antros de chulos y matones relacionados con el hampa, ahí donde se ruedan los videoclips de zoquetes matonillos gesticulando con las manos en forma de cuernos invertidos y multitud de collares y complementos de desquiciados, ahí donde se contratan chicas baratas que formen el cuerpo de baile de los matones analfabetos, ahí es donde parece que se reclutan a los jugadores del Madrid. Y la prensa sigue aludiendo al supuesto señorío blanco, cuando ese mito fue montado por la propaganda franquista, la misma que hoy les alecciona en la furia española con dedo en ojo incluido, todo aderezado con unas gotitas de gomina, y a salir a arrasar al contrario con patadas y manotazos en una mala mixtura de fútbol inglés e italiano: un galope ultradefensivo que sólo en el Nou Camp supo Özil y Cristiano ponerle remedio.
Algunos jugadores madridistas no entienden cómo siendo ellos más guapos, viviendo en la capital del reino, paseando presuntas novias despampanantes, pierden ante unos jodidos polacos chiquititos, feos y con menos dinero. Y se enrabietan. Es como aquella canción de Los Refrescos donde se alababan las excelencias de Madrid pero de nada servían porque no había playa. Y su frustración y deseos de venganza se tatúan en el machango de Mourinho que en absoluto representa al entrañable pueblo luso. Hasta miedo me da el día que gane el Madrid, que llegará. Algún día me imagino que llegará, porque el universo sigue expandiéndose infinitamente, y para la cutre prensa deportiva esa victoria valdrá por todas las derrotas, pónganle el cuño, pero mientras, que me sirvan otro vodka pomelo con hielo, y vayan abriendo la botella de ron Artemi blanco y preparen unos enyesques.

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